¿Encubrimiento de reacciones adversas graves bajo el manto del COVID Largo? Una industria en plena expansión
por: José Santiago Gabrielini
lunes 22 de mayo de 2023
A medida en que transcurre el tiempo y la recolección de data relacionada al efecto y seguridad de las vacunas contra el COVID-19, continúan siendo publicados masivamente estudios científicos de importancia que ponen en relieve una correlación entre estas “vacunas” y una amplia gama de reacciones adversas (RA) y condiciones producidas o exacerbadas por esta sustancia.
Como dato importante, hemos podido constatar que en la inmensa mayoría de las bases de datos científicos, a diferencia de 2021 y principios de 2022, proliferan los estudios que atienden cada una de esta amplia gama de RA asociadas a estas “vacunas”, reconociendo y dando por cierta la existencia de las mismas, muchas de ellas graves, algo que tiempo atrás, salvo en muy pocas excepciones, parecía haber sido un tabú.
Ahora llueven los estudios científicos, que si bien enumeran y reconocen estos efectos adversos, que el gobierno conocía de primera mano y negaba a brazo partido mientras inoculaba masivamente a la población, terminan con el omnipresente estribillo de que “los beneficios superan los riesgos”.
Otras investigaciones importantes, que continúan siendo minoría, eliminan el estribillo y son categóricas en señalar la peligrosidad de estas “vacunas”, cuyos efectos adversos severos, en muchos casos han sido o pretenden ser encubiertos bajo el subterfugio del llamado COVID Largo.
COVID Largo y reacciones adversas:
Hablamos de una condición que ha probado ser real y que es producida en pacientes que han estado enfermos de COVID-19, esto debido a los efectos de la producción celular inmunitaria de la tóxica e inflamatoria proteína espiga. Algo a lo que igualmente inducen estas “vacunas”.
De hecho, comienzan a proliferar en EE.UU los llamados centros comprensivos especializados en el diagnóstico y tratamiento del denominado COVID Largo, los cuales en su mayoría rechazan vincular signos y síntomas a las reacciones adversas graves y exacerbaciones de condiciones preexistentes, producidas a mediano y largo plazo por esta sustancia.
Más aún, estos centros comprensivos para el tratamiento del COVID Largo, que ya están surgiendo también en Puerto Rico, incorporan políticas de aún más inoculación con estas “vacunas”.
Existen miles de estudios científicos y artículos relacionados al COVID Largo en los principales medios a nivel mundial, inclusive la agencia federal National Institutes of Health (NIH), se embarcó en una inversión de mil millones de dólares en investigaciones conducentes a producir un tratamiento contra el COVID Largo, que al momento no ha producido resultados. ¿Debido a qué y por qué?
La incipiente industria del COVID Largo, que básicamente opera al amparo del criterio clínico, el mismo que desestimó a lo largo de la pandemia en colegas médicos que respaldaban tratamientos económicos más allá de las vacunas, mayoritariamente evade y descarta el efecto RA en los pacientes, y clama por guías estructuradas y protocolos de tratamiento para el COVID Largo, que validen y hagan crecer su negocio. Un negocio, que como mencionamos, incorpora más de estas vacunas en su visión de tratamiento, no empece a su efecto de erosión inmunológica.
El efecto de erosión inmunitaria producida por estas “vacunas” ha sido repetidamente advertido por reconocidas figuras médicas, incluyendo especialistas del patio, que señalan inclusive el potencial de desarrollo de un tipo de síndrome de inmunodeficiencia.
Y para aquellos que no comprenden el por qué de las comillas, se trata desde sus orígenes de un tratamiento experimental genético, cuyo alegado objetivo es actuar como una vacuna, induciendo al sistema inmunitario a crear memoria inmunológica mediante un mecanismo nunca antes probado en humanos, enmarcado en la alegada “emergencia”, que técnica y políticamente llegó a su fin como por arte de magia.
Las comillas en “emergencia” responden a que nunca antes en la historia una enfermedad con menos de un 1% de mortalidad, como es el caso del COVID-19, había constituido una emergencia de salud pública. Inclusive, reconocidas figuras provacuna, se vieron obligados en medio de la pandemia a reconocer la inexistencia de la alegada “emergencia” de salud provocada por el Sars-Cov-2.
La nueva estrategia y tendencia del oficialismo pareciera ser invisibilizar las reacciones adversas, bajo la sombrilla del COVID Largo, así como reconocer abierta y consistentemente las mismas en estudios científicos, pero relegarlas a un plano de irrelevancia.
Pero para nada hablamos de un asunto intrascendente. La suma de eventos, porcientos, amplitud y alcance de estas reacciones adversas graves, que inclusive ha ocasionado la “muerte súbita” de miles de atletas y de jóvenes saludables, hacen notar el bulto que produce el elefante debajo de la alfombra.
Sucede que a mayor cantidad de dosis, mayor el riesgo de reacciones adversas graves y exacerbaciones de condiciones preexistentes o en remisión, esto a corto, mediano y largo plazo.
Tal vez esa es una de las principales razones para el cambio o modificación del discurso de la propia FDA de descontinuar las repetitivas dosis de las viejas “vacunas” monovalentes y establecer en sus guías publicadas el 18 de abril de 2023 que “la mayoría de las personas no vacunadas pueden recibir una dosis única de una vacuna bivalente, en lugar de dosis múltiples de las vacunas de ARNm monovalentes originales”.
Las reacciones adversas de las “vacunas” contra el COVID-19 han llegado al punto de movilizar, desde el Congreso de EE.UU., hasta las autoridades sanitarias como los CDC y la FDA, en una proporción nunca antes vista con ninguna otra vacuna en la historia.
Algunos ejemplos de nuevos estudios:
Estudios recientes (2023) dejan ver el alcance y proporción de las reacciones adversas producidas por estas vacunas.
Un ejemplo de esto es un estudio publicado por un renombrado grupo de médicos especialistas italianos, que reconocen las reacciones cutáneas y exacerbaciones de condiciones dermatológicas a raíz de la inoculación con esta sustancia.
El estudio revela que hasta un 16% de los inoculados con Pfizer y un 15.3% con Moderna, presentaron reacciones cutáneas de grandes a moderadas.
Hablamos de la aparición o exacerbación de herpes zoster, psoriasis, hidradenitis supurativa y otros.
En el renglón de las reacciones adversas neurológicas, un estudio publicado en el European Journal of Medical Research el 25 de febrero de 2023, realizado por investigadores de la Universidad de Kerman, en Irán, revelan hallazgos consistentes con estudios similares de la Universidad de Harvard, en donde reconocen una amplia gama de serias reacciones producidas por estas “vacunas”.
“Las complicaciones más importantes y frecuentes son los trastornos cerebrovasculares, incluida la trombosis del seno venoso cerebral, el ataque isquémico transitorio, la hemorragia intracerebral, el accidente cerebrovascular isquémico y los trastornos desmielinizantes, incluida la mielitis transversa, primera manifestación de esclerosis múltiple y neuromielitis óptica. Estos efectos suelen ser agudos y transitorios, pero pueden ser graves e incluso mortales en algunos casos”, reza el documento.
Otro estudio conducido por investigadores de la Universidad de Quensland, en Australia, y el Hospital Universitario de la la Universidad de Oxford, publicado en noviembre de 2022, revelan la inclusión de la neuromielitis óptica, así como la encefalomielitis diseminada aguda, como parte de las reacciones adversas graves asociadas a estas vacunas.
Y no mencionamos los miles de estudios que revelan y reconocen cuagulopatías, y toda suerte de síndromes y enfermedades inflamatorias asociadas a esta sustancia.
Hechos vs. intento de ocultarlos:
Las reacciones adversas graves a estas mal llamadas “vacunas”, incapaces de proteger contra la infección del COVID-19 y de sostener un conteo duradero de anticuerpos neutralizantes, están causando estragos en la salud de los países con altas tasas de vacunación.
Algo que, como mencionamos, intenta ser disipado o solapado bajo la sombrilla del COVID Largo, y que resulta imposible de ocultar en miles de vacunados que nunca padecieron la enfermedad o inclusive en jóvenes saludables fallecidos fulminantemente o niños que han tenido que ser insólitamente anticuagulados.
El llamado COVID Largo pareciera haberse convertido en una industria en plena expansión y crecimiento; uno de los principales subterfugios y estrategias del oficialismo y sus rémoras, para enmascarar el devastador escenario de reacciones adversas graves, a mediano y largo plazo, producto de estas “vacunas”.