Elizabeth Torres

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Drenemos el pantano local

Drenemos el pantano local por Jennifer Barreto-Leyva-

Volvimos a ser noticia ante el mundo, no por nuestras reinas, no por nuestros deportistas o nuestros incuestionables aportes al mundo musical.

El mundo nueva vez, sería testigo de los atroces casos de corrupción que suceden en nuestra tierra. Y lo de atroces, básicamente lo digo por las formas y montos de dinero robado. Algo que la gente decente, nunca comprenderá, comenzando por mí.

Recuerdo cuando en su momento el presidente Trump hablaba de drenar el pantano, lo vieron como un enajenado que solo hablaba boberías. Pero el tiempo, tan sabio y preciso siempre, puso a todo y todos en su sitio, y esos que se rieron, ahora lloran por el absoluto desastre y podredumbre que existe en los Estados Unidos, desde sus entrañas.

Pero no conforme con el pantano madre, tenemos nuestro propio pantano local, y a ello me voy a referir en mi columna de esta semana.

Obviamente esto no empezó recién.

Recuerdo siendo una niña, en casa de mis abuelos en Aibonito, ya se quejaban de que las cosas no estaban bien. Ya se veían las malas mañas de muchos que siguen atornillados en la política local, cosa que era el preludio de este monstruo de cuatro cabezas que tenemos en la actualidad.

Mis padres y mis tíos años más adelante seguían señalando, como en cada hogar puertorriqueño el gran problema de corrupción que tenemos en el país, isla, territorio o como le provoque decirle usted a nuestro archipiélago amado.

Y ahora me toca a mí, aunque en una posición diferente, seguir con el “ay bendito” que tenemos todos: rojos, azules, independentistas, conservadores, liberales, ateos, herejes y en el renglón que sea, que usted encaje. Todos, absolutamente todos, estamos molestos y preocupados con lo enferma y comprometida que está la integridad en la isla.

Mi tristeza y preocupación fueron más allá, cuando un lector de éste, mi espacio semanal y seguidor mío en redes, me dijera en días pasados: “Licenciada ¡cómo nos hace falta aquí! su firmeza y su temple, su honestidad. Véngase por favor, corra por el puesto que sea, pero véngase por favor”.

Me senté a llorar, a intentar ordenar los sentimientos, y a utilizar de forma sabia la desesperación de esa persona al haberme expresado esas poderosas palabras. Le pedí a Dios serenidad. No fue nada fácil, debo confesar.

Cada día, sin exagerar, analizo en silencio expresiones, noticias, análisis y los disparates que hacen pasar por análisis, intentando darle sentido y un punto por donde comenzar, y no, aún no lo encuentro...

Normalizamos muchas cosas que no hemos debido normalizar, para comenzar.

Lamentablemente tenemos nuestro propio pantano local y es imperativo drenarlo y limpiar todo para podernos encaminar.

Algunos apuestan a que la solución está en nuevos rostros, nuevos partidos o mano dura de las autoridades.

El problema es grave, denso y profundo, porque es de mentalidad, es de integridad. Si eso no cambia, no hacemos nada eligiendo a equis persona, para el puesto que sea.

Mientras estén personas deshonestas, de accionar turbio, lamento desinflarles a muchos sus ilusiones, pero nada distinto ocurrirá.

Como no es poco aquello de tener un pantano moral, político, gubernamental y estructural local, debemos contar un nada modesto elemento en esta ecuación: la agenda 2030, que tiene especial interés en nuestra tierra y de la que “casualmente” nadie, absolutamente nadie le habla a usted.

Mala, muy mala esa “casualidad”.

De otrora hemos sido tierra de experimentos médicos y de otras índoles. Por supuesto que el asidero de esta agenda por la ubicación geopolítica, somos nosotros. Hay que ser en exceso ingenuo para no verlo. Si a ello sumamos un gobernador absolutamente sometido y comprometido a cumplir a cabalidad cada punto de esa agenda, tenemos una situación complicada e insostenible a mediano y largo plazo.

Este problema es en exceso profundo, como para resolverlo cual niños de cinco años con elecciones, haciendo de cuenta que aquí no ha pasado nada.

Es imperativo hacer un llamado a puertorriqueños honestos, de corazón limpio, con ganas de trabajar, para que, desde sus instancias, enderecen, ordenen y limpien todo lo que tienen a su alrededor

Es necesario hacer formación política, tener seriedad con este tema de una vez por todas. Enderezar tanta rama torcida.

Necesitamos políticos decentes, comprometidos con Puerto Rico, pero de verdad.

¡Basta de tanto pan y circo! Dejemos de excusar la informalidad y la falta de seriedad de tantos. Aquello de “Pues es que como somos una isla...” se estiró tanto, que ya no da para más.

El buenismo propio nuestro, la tolerancia, indolencia e indiferencia se convirtieron en armas profundamente peligrosas que ahora apuntan y actúan en nuestra contra.

Quisiera que mis hijos, aún no nacidos, no tuvieran que escucharme, y al que Dios decida que sea su papá, o a sus abuelos, con el “ay bendito” generacional que venimos arrastrando y heredando todos. Quisiera que nacieran en un Puerto Rico encaminado a la grandeza, como tanto se lo he pedido a papito Dios, en una tierra próspera, de gente buena, dirigida por personas que hagan realmente los méritos por estar dirigiendo nuestros destinos.

¿Estamos a tiempo? Solo “el pueblo de Puerto Rico” (así como le encanta a los políticos llamarnos) tiene la última palabra...

¡Hasta la próxima!